“Mi familia es normal, pero…”: La familia narcisista y los roles de sus miembros.

 

“Mi familia es normal, pero…”: La familia narcisista y los roles de sus miembros.



Muchas de las demandas que atiendo en consulta, son de personas que necesitan ayuda para gestionar problemas en sus relaciones interpersonales. Estas personas suelen expresar serias dificultades para gestionar de una forma más o menos sana, las relaciones que mantienen con sus parejas, hijas e hijos, amistades, etc.

Después de narrarme el “supuesto problema interrelacional” que tienen, suelo hacer siempre la misma pregunta, obteniendo también casi siempre, la misma respuesta:

- ¿Qué tal te llevas con tu familia, madre, padre, hermanas/os?

- Bueno... lo normal.

- ¿Qué es lo normal?

- En fin, nunca me faltó de nada, pero...

 Es a partir de ese “pero” cuando se releva la clave del origen de sus problemas de relación. Aunque en un principio no son capaces de identificar la relación de dichos problemas con la dinámica familiar en la que crecieron, poco a poco, se van revelando una serie de aspectos de dicha dinámica que influyen, de forma directa, en sus conductas a la hora de gestionar sus relaciones interpersonales en la adultez.

Para estas personas (como para la mayoría del mundo), “una familia normal” es aquella en la que no se han dado problemas graves de convivencia, se sintieron más o menos atendidas en sus cuidados básicos, no existían casos de enfermedades severas, no se dieron situaciones graves de violencia física más allá de las típicas cachetadas o bofetadas (lo cual no es normal sino que ya supone una forma de maltrato), no había problemas graves de consumo de sustancias tóxicas, no se habían dado grandes escándalos familiares, etc.

La percepción inicial que tienen de sus familias de origen es que todo andaba más o menos bien, sin grandes problemas que salvar, pero al dejarles expresar sus “peros…”, la mayoría terminan revelando una serie de carencias de seguridad y afectivas que, hasta el momento, nunca se habían cuestionado porque la habían normalizado, pero que están detrás de unos rasgos de comportamiento comunes que suelen presentar:

  •      Incapacidad para identificar sus propios sentimientos, necesidades y deseos.
  •      Serias dificultades para expresarse de forma asertiva en sus relaciones interpersonales.
  •      Necesidad patológica de validación constante de sus vidas por parte de las demás personas.
  •      Necesidad patológica de agradar y cumplir con las expectativas que se esperan de ellas.
  •      Represión de una rabia o ira contenida de la cual temen pueda ser descubierta.

En este artículo trataré de describir la relación que existe entre la dinámica del sistema familiar de origen de una persona con sus dificultades de relación. Sobre todo y de forma concreta, me centraré en describir la disfuncionalidad y su influencia sobre el comportamiento humano en la adultez de un modelo de familia denominado “la Familia Narcisista(Pressman & Pressman, 1997).

El elemento clave de la dinámica familiar narcisista.


En este marco, la familia narcisista se define como aquel modelo familiar en el que confluyen los dos factores etiológicos característicos del narcisismo:

  • Por un lado, la dificultad de las personas adultas de referencia, madre y/o padre, de no poder ver a su hija o hijo como un ser único e independiente, sino que es percibido de forma sesgada, con ciertas características idealizadas que pueden servir de sustento para cubrir las necesidades narcisista (reconocimiento y cuidado) de dichas figuras parentales. 
  • El segundo factor identificativo de la familia narcisista, es el abuso de poder (en menor y mayor grado) que se produce por parte de alguna de las dos figuras (o ambas) y que supone una humillación emocional hacia el hijo o la hija

El elemento clave para identificar a una familia narcisista está en el lugar donde se pone el foco de atención en relación a las necesidades de cada uno de sus miembros. Lo normal es que las personas adultas de la familia den prioridad a satisfacer las necesidades de sus hijas e hijos menores y después, las suyas propias. En las familias narcisistas ocurre al contrario, las personas adultas de referencia se centran en satisfacer sus propias necesidades, descuidando en menor o mayor medida, las necesidades de sus hijas e hijos.

Dentro de la Psicología del Desarrollo, esta característica es denominada como “Modelo Parental Invertido”. A priori parece todo normal cuando nace el bebé, la madre y el padre se centra en cubrir las necesidades básicas de éste, alimentación, higiene y descanso, aunque ya desde un principio, se comienza a vislumbrar indicios de ciertas negligencias emocionales como, por ejemplo, no tomar al bebé en brazos para calmar su llanto. A propósito de este tipo de negligencias en el cuidado afectivo de un bebé, cabe señalar la publicación a finales de los años 90 del best seller “Duérmete niño(Estivill, 1999), conocido como el “método estivill” que describe todo una metodología de crianza centrada en dejar que el niño o la niña llore, sin consolar su llanto, para que se responsabilice de su descanso sin que tenga que estar presente una persona adulta, revelándose actualmente, las graves consecuencias en el desarrollo neurológico y psicológico que trae consigo el dejar que un bebé llore sin consuelo afectivo.


La parentalidad invertida de la familia narcisista se va revelando conforme las necesidades del niño o la niña se van haciendo cada vez más complejas, ya no se trata tan solo de cubrir sus necesidades básicas, ahora la demanda también está en la necesidad de afecto y es entonces cuando la patología narcisista sale a la luz: la madre y/o el padre se siente incapaz de poder proporcionar una relación afectiva adecuada (posiblemente esté librando una batalla emocional interna derivada de su propia carencia afectiva infantil). Poco a poco, la niña o el niño empieza a darse cuenta de que solo cubriendo la necesidad de mamá y/o papá, podrá recibir su atención y reconocimiento.

Tipos de familias narcisistas y sus características.

Dentro del psicoanálisis relacional, se puede identificar dos tipos de familias narcisistas: la familia abiertamente narcisista y la familia encubiertamente narcisista.

A la primera se le reconoce fácilmente dentro de un contexto terapéutico ya que representa a las clásicas familias denominadas “desestructuradas o disfuncionales”. Alguno de los progenitores (también ambos) presenta problemas visiblemente graves tales como, alcoholismo, drogodependencias, abusos físicos y/o sexuales, etc., de manera que no puede cubrir las necesidades básicas, mucho menos las afectivas, de sus hijas e hijos, llegando a cometer numerosas negligencias extremas en sus cuidados. La característica principal de este tipo de familias abiertamente narcisistas está en la existencia de un “secreto familiar” que subyace en la forma en la que tiene lugar la propia dinámica familiar. Este secreto puede ser conocido por todos los miembros o solo por una parte de estos. En cualquier caso, dicho secreto suele ser percibido como algo aterrador (bien por la propia experiencia o bien por aprendido de otros miembros) de manera que todos los miembros de la familia intentan ocultarlo y no provocar cualquier tipo de situación que pueda activarlo y sacarlo a la luz.  

Sin embargo, la gran dificultad está en identificar aquellos sistemas familiares donde se manifiesta una dinámica narcisista mucho más sutil, la familia narcisista encubierta y en estos casos,  es a través del trabajo terapéutico donde se puede esclarecer y dar a la luz el elemento clave para su identificación: las necesidades del padre y/o la madre, constituyen el enfoque de atención de la dinámica familiar, la pareja espera (la mayoría de las veces de forma inconsciente) que sus hijas e hijos cubran sus propias necesidades, normalmente de tipo afectivo y derivadas de carencias que también llegaron a sufrir en sus infancias.

El problema es que una niña o niño, jamás podrá cubrir las necesidades de una persona adulta de manera que, al permanecer estas sin cubrir, la persona adulta tampoco podrá satisfacer plenamente las necesidades de sus hijas e hijos.

A rasgos generales, un modelo familiar encubiertamente narcisista se caracteriza por un tipo de familia que, a priori pasa por “normal”, que no llama especialmente la atención ningún rasgo de su dinámica, de manera que no puede ser enmarcada dentro de lo que se conoce como “familia desestructurada”.  Son familias donde las personas adultas que las compone, se han encargado de cuidar y facilitar las necesidades básicas de sus hijas e hijos (alimentación, higiene, salud, necesidades materiales, etc.), pero que no han sabido cuidar un aspecto clave para su correcto desarrollo psicológico y emocional: los cuidados afectivos, tales como la expresión del amor y el reconocimiento de su persona.

Normalmente, este tipo de familias narcisistas suelen manifestar una imagen pública que va desde la normalidad hasta incluso, familias modélicas. Esta imagen exterior se proyecta hacia dentro de manera que, las niñas y niños de la familia, no son capaces de detectar las carencias afectivas con las que están creciendo, no ven nada extraño en su familia y, si lo ven, terminan creyendo que hay algo distorsionado en su percepción ya que, públicamente, se aplaude incluso el comportamiento ejemplar que tienen su madre y su padre.

Sin embargo, en el psicoanálisis sistémico de este tipo de familias, rápidamente se revelan una serie de rasgos patológicos que determinarán, en mayor o menor medida, las conductas de cada uno de sus miembros. El elemento clave de dichos rasgos radica en el hecho de que la prioridad de las personas adultas de referencia, padre y madre, no está en la satisfacción de las necesidades de sus hijas e hijos sino en la satisfacción de sus propias necesidades personales. 

Antes de continuar con la exposición del artículo, se hace necesario dejar claro que si bien dentro del estudio de la familia narcisista, existe una línea que pone el foco de atención en describir el abuso de poder, posicionando a las figuras parentales  de la madre y el padre desde una conducta de maldad (Lowen, 2000), en otra línea enfocada más en la terapia sistémica, se enfatiza en la dificultad de dichas figuras parentales para identificar y reconocer las necesidades de sus hijas o hijos ya que en ese caso, tendrían que reconocer primero sus propias necesidades. Una persona que tiene problemas en el reconocimiento de su propia vulnerabilidad, no podrá reconocer y acoger la vulnerabilidad de otras personas. 

Hay que apuntar que la mayoría de estas familias de patología narcisista, no son conscientes de ello y sus comportamientos narcisistas tienen que ver con las propias carencias afectivas con las que también crecieron, entrando así en un círculo vicioso de dinámica familiar que se suele perpetuar de generación en generación, de ahí la importancia de iniciar un camino terapéutico de toma de conciencia y transformación del sistema familiar futuro. 

Dentro de este camino terapéutico, es evidente que hay que poner en valor la capacidad empática de una persona que ha padecido los "infortunios" y/o maltratos de su familia narcisista, para que entienda la dinámica en la que creció y que pueda alejarse de la visión polarizada de  “agresor/a” y “víctima” y pueda asumir y aceptar que el daño que recibió de su familia, provenía de las propias vulnerabilidades y carencias afectivas de ésta, sin que dicho reconocimiento de la situación reste responsabilidad y consecuencias de los actos cometidos contra su persona (Serra Undurraga, 2016).

Esta última opción es imprescindible tenerla en cuenta en el trabajo terapéutico con una persona que ha sufrido en su vida las consecuencias que se derivan de una crianza narcisista. No se trata de que inicie un proceso de perdón hacia las personas (madre y/o padre) que no la reconocieron, no le dieron los cuidados afectivos necesarios o incluso la llegaron a agredir física, sexual o psicológicamente, sino de que entienda los motivos para restar sufrimiento a su padecimiento.

Dejando clara esta última salvedad de la patología narcisista, las principales características que se manifiestan en el seno de una familia narcisista son: 

·    Reconocimiento afectivo condicionado. La aceptación de cada uno de sus miembros está condicionada por una serie de reglas y valores marcadas por las personas adultas de referencia de manera que, si alguna de las hijas o hijos se desmarca de lo que el padre o la madre considera como “las reglas del juego familiar”, se estigmatiza y se rechaza, no solo por la madre y el padre, sino también por el resto de hermanas y hermanos que componga la unidad familiar.

·    Sumisión a la autoridad. El sistema familiar espera de cada uno de sus miembros que se sometan a la figura de autoridad que se ha erigido. El problema se agrava cuando dicha figura de autoridad manifiesta cualquier tipo de carencias afectivas, sea ignorante, inculto, arbitrario e incluso, manifiesta comportamientos crueles y destructivos. Las hijas o hijos que rechace dicha autoridad, sufrirán el destierro afectivo de la familia.

·    Existencia de “chivos expiatorios”. La persona adulta que representa dicha autoridad (padre y/o madre) necesita de algún miembro de la familiar a quien responsabilizar de los problemas que surjan dentro de la dinámica, haciéndole sentir culpable incluso de las propias frustraciones personales y de sus insatisfacciones vitales. Suele recaer este rol de “chivo” sobre aquella persona (o personas) de la familia que manifiestan comportamientos que difieren con las “reglas del juego familiar” marcadas. Son las ovejas negras de las familias tanto por defecto como por exceso, es decir, no solo porque den problemas en su crianza y educación (problemas de estudios, malas relaciones, adiciones, etc.), sino también suelen ser estigmatizadas y rechazadas por destacar dentro de la familia por comportamientos que, en el fondo, suelen ser envidiados por el padre y/o la madre (inteligencia y habilidades para la vida, sensibilidad, carácter asertivo, etc.).

·    “Mirar para otro lado”. Cualquier situación o circunstancias que se de dentro de la familia que no se ajuste a las “normas marcadas” se relativizan e incluso son invisibilizadas rápidamente, negándose la realidad de los hechos por imposición de la persona (o personas) narcisistas dominantes y por la sumisión del resto de la familia de manera que, si alguno de los miembros se posiciona de cara a lo que está ocurriendo intentando visibilizar aquello que ocasiona un sentimiento de vergüenza, será castigado y estigmatizado.

·   Conmigo o contra mí. La persona o personas que asumen el rol de narcisista dominante, obligará al resto de la familia a que tome partido de manera que, si no algún miembro no se posiciona del lado de la figura(s) dominante(s), además de culpabilizarlo de socavar la “aparente” imagen positiva de la familia, le hará que sienta vergüenza por su conducta. La figura (o figuras) dominantes obligarán al resto de la familia a tener que elegir en sus posicionamiento ante las circunstancias familiares, su esquema mental será el de “estás conmigo o contra mí”.

·    Desigual reparto del amor y el respeto. Las carencias afectivas del padre y/o la madre son tan grandes que carecen de la capacidad de poder “repartir” equitativamente sus manifestaciones afectivas a sus hijas e hijos. Por ello, el “reparto de amor y respeto” estará condicionado a aquellos miembros de la familia que se muestren más afines (sumisos) con la dinámica familiar.

·   Fomento de la competición. Una consecuencia directa del desigual reparto afectivo anteriormente citado es el hecho de que la dinámica familiar de las hijas e hijos se manifieste en una forma de competición por “ganarse” el amor de papá y/o mamá. Los favoritismos y comparaciones fomentadas por el padre y/o la madre, provocará un ambiente de hostilidad subyacente entre las hermanas y hermanos.

·   Guardar las apariencias. El hecho de que este tipo de familias proyecte una imagen pública modélica, provoca que esté terminantemente prohibido manifestar cualquier tipo de vulnerabilidad o sufrimiento parte de alguno de sus miembros. Pase lo que pase, siempre hay que sonreír y poner buena cara, por mucho que las situaciones personales que se puedan estar viviendo sean dolorosas. Si alguno de los miembros manifiesta cualquier rasgo de vulnerabilidad o dolor, es rechazado frontalmente, se niega su sufrimiento relativizándolo o, lo que es peor aún, haciéndole culpable por sentirse así.

·     Represión de la ira contenida. A pesar de todo lo anteriormente descrito, está también terminantemente prohibido manifestar cualquier tipo de comportamiento iracundo. La persona(s) que asume el rol de narcisista dominante obliga al resto de los miembros a reprimir la ira, a tragarse su rabia. La única persona que tiene derecho a manifestar cualquier tipo de arranque explosivo e irracional de la ira es quien domina emocionalmente al resto de la familia y, por supuesto, siempre culpabilizará y responsabilizará a algún miembro de la familia de dicha manifestación.

Esta dinámica del modelo de familia narcisista, aunque es ocasionada por la conducta del padre y/o la madre que asume el rol de narcisista dominante, es sustentada y alimentada por el resto de miembros de la familia.

En el siguiente video de analizan las características anteriormente descritas. En su visualización hay que tener en cuenta que la narrativa de dichas características, se basa en un modelo familiar narcisista especialmente patológico y grave:



Los roles de la familia narcisista.

Aunque de la anterior descripción de las principales características de la dinámica de la familia narcisista se deduce los diferentes roles que son asumidos por cada miembro de la familia, a continuación, se analizará con más detalle cada uno se dichos roles y su contribución a dicha dinámica familiar.

·         El rol de narcisista principal. Asumido por el padre y/o la madre. Si bien es cierto que cada uno de los dos pueden asumir dicho rol, siempre existirá uno que destaque en la manifestación de su conducta narcisista por encima del otro. En los modelos familiares tradicionales, normalmente este rol principal suele ser adoptado por el padre, debido a los estereotipos de género asumidos culturalmente. Igual que ocurre con el machismo, es el hombre el que crea la dinámica machista, pero es la mujer la encargada se reproducir y perpetuar el machismo a través de la educación de sus hijas e hijos. Se puede decir que él adopta una función judicial con el dictamen de la norma y ella, una función ejecutiva.

El ron del narcisista parte de una herida profunda y temprana ocasionada en la primera infancia. Una herida que tiene que ver con una carencia afectiva importante por parte de sus progenitores ante la cual, desarrolla toda una estrategia de conducta para sobrevivir que tiene que ver con la negación radical de dicha carencia y el desarrollo de una personalidad caracterizada por la grandilocuencia del propio autoconcepto.

La psicóloga y psiquiatra Marie France Hirigoyen, describe en su libro “El acoso Moral(Hirigoyen, 1999), las principales características del perfil que ella denomina “perverso narcisista”:

ü  El sujeto tiene una idea grandiosa de su propia autoimagen.

ü  Lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder.

ü  Se considera «especial» y único.

ü  Tiene una necesidad excesiva de ser admirado.

ü  Piensa que se le debe todo.

ü  Explota a la otra persona en sus relaciones interpersonales.

ü  Carece de empatía.

ü  Envidia a menudo a las demás personas.

ü  Tiene actitudes y comportamientos arrogantes.

Existen otras características más sutiles de este perfil narcisista que suelen pasar más desapercibidas y que se manifiesta en el seno de sus relaciones afectivas más íntimas, normalmente en el seno de la dinámica familiar.

En mis observaciones analíticas de esta forma de comportamiento, destaca:

ü  Una imagen de sí mismo (a) como un ser bueno y justo.

ü  Tiende a ningunear los valores especiales y los éxitos vitales del resto de los miembros de la familia.

ü  Suele utilizar insultos camuflados en forma de burla irónica o broma, de manera que la persona insultada no se siente con el valor de recriminarle su comportamiento y si lo hace, se le tacha de “sensible”.

ü  Siempre quiere llevar la razón y se cree conocedor de la verdad absoluta, manifestando siempre una autoimagen de “maestría”.

ü  Muy baja tolerancia a la frustración, siempre quiere salirse con las suyas y procurar de inmediato sus necesidades, las cuales deben ser cubiertas por el resto de la familia.

ü  Muy baja tolerancia a equivocarse y cometer errores, culpabilizando siempre a otro(s) miembro(s) de la familia de dichos errores.

ü  Su autoimagen de ser humano bueno y justo lo lleva a no entender la confrontación de otra persona, desatando su ira en contra, ante lo que entiende como una ingratitud.

ü  Su autoimagen de maestría le lleva a tratar al resto de la familia como sus discípulas/os, exigiéndoles adoración y sumisión a su voluntad.

ü  Da sin que se le pida, esperando siempre a cambio que se le responda en la misma medida utilizando la manipulación emocional, haciendo sentir culpable por no satisfacer sus necesidades bajo su esquema mental “con todo lo que yo hago por ti y mira cómo me respondes”.

ü  Su esquema mental principal es el “estar conmigo o en contra mía”. Cualquier confrontación que se le haga, desata su ira más irracional y dañina.

La forma de actuar de un perfil narcisista se describe dentro de lo que se denomina El ciclo del abuso narcisista”:



·         El rol codependiente. Como ya dije anteriormente, este rol asume la función de facilitador de la conducta del narcisista principal y, dentro de las familias tradicionales, suele ser asumido por la madre.

Movida por un sentimiento de temor ante los ataques iracundos de su pareja, suele negar ante el resto de la familia, la conducta narcisista de esta, relativizando dicha conducta e intentado trasmitir en todo momento, el mensaje de “todo está bien, no pasa nada y tú estás exagerando”.  

También detrás de esta conducta de codependencia, se esconde una gran carencia afectiva profunda, también le faltó el reconocimiento afectivo en su infancia.  Tiene una baja autoestima que le lleva a resignarse a su “pequeñez” frente a la grandilocuencia de su pareja.

Es la primera persona a la que manipula emocionalmente el narcisista, el cual suele utilizar con ella la estrategia de maltrato psicológico conocida como “luz de gas”, una forma de maltrato caracterizada por el abuso sutil y de manipulación emocional que va desgastando poco a poco la autoestima y la autoconfianza de la víctima, poniendo en duda todo lo que hace, menospreciando su carácter, comportamientos y cualquier punto de vista propio, llevándola a una situación de anulación personal, llena de miedos y dudas constantes. La sutiliza de esta forma de maltrato radica en el hecho de que, quien maltrata, alterna con su víctima una dualidad de comportamiento: al mismo tiempo que la ningunea, le hace ver que se desvive por ella, que la tiene como una “reina a la que no le falta de nada”, que  le da todo antes de que le pida, aunque evidentemente, no tiene en cuenta las verdaderas necesidades de su víctima, todo lo hace para afianzar su autoimagen de ser bondadoso y justo.

El perfil codependiente del narcisista suele ser el principal “chivo expiatorio” del narcisista, el cual la responsabiliza de todos sus males. En su intención de “salvar” a sus hijas e hijos de la ira del narcisista, el perfil codependiente tapa y camufla cualquier comportamiento de sus descendientes que ella intuya que pueda disgustar a su pareja, asumiendo por cuenta propia la culpa.

·         El rol colaborador: Asumido por los miembros de la familia que se posiciona del lado del perfil narcisista, sustentando su conducta a través del fomento de la crítica y los conflictos entre todos los miembros de la familia, bajo el esquema mental de “divide y vencerás”. Su dinámica de conducta habitual es la triangulación entre parte de la familia contra otro miembro o miembros de ésta, variando dichas triangulaciones dependiendo del tipo de situación familiar que se esté dando.

Esta forma de actuar se deriva de una de las características de la dinámica de la familia narcisista, el fomento de la competición entre sus miembros.

·            El rol del “Miembro Dorado”: que representa al miembro(s) idealizado de la familia, convirtiéndose en los anhelos inconscientes del narcisista principal. La característica principal de su conducta es la complacencia ante cualquier cosa que le pida el narcisista, acatando bajo una obediencia casi ciega.

El hecho de que haya sido “elegido” como el miembro favorito del narcisista principal, es un arma de doble filo porque, ante cualquier comportamiento que despierte la confrontación, puede provocar que el narcisista principal, lo destierre de un plomazo de su trono (“sentado a la derecha del padre”) para posicionarlo en el rol de “chivo expiatorio”.

·         El rol de “Chivo Expiatorio”: asumido por uno o varios miembros de la familia con el fin de responsabilizarlo de los supuestos males que irrumpe en lo que asumen como familia modélica. La imposición de este rol por la familia narcisista, esta determinado por las “diferencias” de conductas del miembro(s) con respecto a la norma familiar. Suelen ser los miembros más rebeldes de la familia, las denominadas “ovejas negras” que destacan tanto por comportamientos que socialmente son considerados negativos (falta de expectativas vitales, consumo de sustancias, delincuencia, etc.) o bien, por todo lo contrario, miembros de la familia que destacan por presentar valores y habilidades que, en el fondo, son enviadas por el resto de los miembros (nivel de conciencia, sensibilidad, inteligencia, empatía, asertividad, etc.).

·                 El rol del/a “niño/a perdido/a”: representado por el miembro de la familia que pasa desapercibido dentro de la propia dinámica familiar, convirtiéndose en el miembro “no visto”.  En realidad, esta conducta es una estrategia de la persona por sobrevivir dentro de la marabunta que le supone la dinámica familiar. Su intención es no hacer demasiado ruido o no hacerse notar planteando pocos problemas a la familia.

No obstante, como ya he mencionado, esa conducta representa solo una estrategia de supervivencia y, en el fondo, este miembro de la familia sufre “en silencio” ante la dinámica familiar ya que suele tener una alta sensibilidad y conciencia de lo que realmente está sucediendo y de toda la toxicidad que se da dentro del sistema familiar, sufriendo mucho por la negligencia emocional que se da dentro de su familia. Sin embargo, no puede expresar públicamente dicho sufrimiento ya que podría correr el riesgo de convertirse en otro perfil de “chivo expiatorio” si se atreviera a confrontar la dinámica familiar.

Este rol de la familia narcisista se puede enmarcar dentro de las características descritas por la psicoanalista Alice Miller en su libro “El Drama del niño dotado(Miller, 1979). En la obra, Miller describe el proceso patológico emocional que experimenta una persona desde su infancia para llegar a sufrir lo que ella denomina como “pérdida de identidad”. Entre las características de este proceso destaca:

ü  Represión de las propias necesidades.

ü  Represión de los sentimientos iracundos para conseguir afecto de su familia.

ü  Comportamiento adaptado a lo que la persona cree que su familia espera de ella.

 

·        El perfil neutral: asumido por el miembro(s) de la familia que se posiciona en una actitud neutral ante lo que está sucediendo (no deja de ser otra estrategia de supervivencia). Este miembro de la familia adopta también el perfil de pacificador, aunque no desde la escucha activa de las diferentes posiciones familiares, sino desde su intención manifiesta de no tomar partido por ninguna de dichas posiciones. A menudo el rol neutral, adopta la versión del rol de “la mascota o bufón/a”, utilizando el humor y las payasadas como una forma de distraer la tensión latente en la dinámica familiar.

 

Dentro de los perfiles alienados al de narcisista principal, suele ser un perfil muy insano porque su intención también es la de “tapar” la realidad, convirtiéndose así también en cómplice del mal trato característico de la dinámica familiar. 

Todos y cada uno de estos roles definidos dentro del sistema familiar narcisista se puede dividir en dos grupos generales: los perfiles protagonistas, que se posicionan del lado del perfil del narcisista principal y, los perfiles antagonistas, encargados de confrontar con su posicionamiento vital, la conducta de dicho narcisista, respondiendo así al esquema mental de éste de “conmigo o contra mí”.

Cómo afecta la familia narcisista al desarrollo de la persona.

Cuando comienzo un proceso terapéutico con personas que sufren o han sufrido este dinámica familiar narcisista en sus vidas, la primera dificultad con la que me encuentro es la falta de conciencia de dichas personas de haber padecido dicha dinámica. La mayoría no llegan a contemplar la posibilidad de que infancia y adolescencia hubiera estado marcada por este tipo de dinámica familiar, definiéndola incluso como una infancia feliz.

Cuando sale a la luz algunas de las características que define este modelo familiar, rápidamente tienden a justificar las circunstancias desde una actitud de supuesta empatía a través de frases como “lo hicieron lo mejor que pudieron”, “no sabían hacerlo de otra manera”, “tuvieron una infancia muy dura”, etc.

El elemento clave que se plantea en el proceso terapéutico, el motivo por el que lo necesitan es que no llegan a comprender el porqué no se siente felices y satisfechas con la vida que tienen, por qué les cuesta tanto sus relaciones interpersonales a pesar de que crecieron en el seno de una “familia feliz”.

Poco a poco, al ir revelándose la dinámica familiar narcisista en la que crecieron, suele aflorar en estas personas un sentimiento de culpa al ir reconociendo el vacío afectivo que sintieron en su infancia y adolescencia, sobre todo, por parte de la madre. Por un lado, manifiestan el amor incondicional que sienten por ella, pero al mismo tiempo, la responsabilizan de su sufrimiento por parte del mal trato que sufrieron y del cual no supo protegerlos, no se sentía elegidos por ella, sintiendo que siempre había una prioridad en la madre que no pasaba por darle el amor y trato afectuoso que necesitaban. Y efectivamente, siempre había una prioridad para la madre o para la persona adulta que asumiera el rol de codependiente: procurar lo despertar la cólera del miembro narcisista principal de la familia.

Y es que la infancia representa la etapa de desarrollo más importante de la persona. En los primeros años de vida se va formando lo que en un futuro será, el carácter de la personal. Este carácter o personalidad dependerá del autoconcepto que cada persona vaya desarrollando y éste a su vez, del desarrollo de su autoestima. La personalidad, autoconcepto y autoestima dependerá enormemente de las experiencias de vida que experimente la persona. De estas experiencias, la niña o el niño aprenderá a relacionarse con el mundo y con el resto de las personas que le rodean.

La infancia y adolescencias constituyen etapas de gran vulnerabilidad de la persona, sobre todo a la manipulación que puedan experimentar por parte de las personas adultas de referencias. La principal fuente de apego se da con las personas de la familia directa, con los progenitores, representando para la niña o el niño, la fuente que debe cubrir sus necesidades más básicas de supervivencia. Nacer y criarse en el seno de una familia narcisista (en cualquier de sus grados de patología) supone un grave riesgo para el correcto y sano desarrollo de la personalidad que se pondrá en valor en la adultez.

Las consecuencias de haber nacido en el seno de este tipo de sistema familiar narcisista, son muy negativas para la persona adulta que ha crecido dentro de una familia que, consciente o inconscientemente, la ha ridiculizado, culpabilizado, castigado y, por supuesto, no ha recibido el trato afectuoso y respetuoso que necesitaba para desarrollarse sanamente. … por no procurar la necesidad de la dinámica narcisista.

El psicoanalista Wilhem Reich, en su obra “Análisis de carácter(Reich, 1949), analiza el desarrollo del carácter de la persona a través del concepto de “coraza caracterológica” , el cual utiliza para explicar cómo se van desarrollando las estrategias de supervivencia de una persona dependiendo del entorno en el que le ha tocado vivir. Reich entendía el carácter o personalidad como aquello que impide la libre expresión del ser pero que, al mismo tiempo, es necesario ya que supone un mecanismos de protección ante los “peligros” del mundo. El problema se plantea cuando dichos mecanismos dejan de tener dicha función de protección y pasan a ser un mecanismo de respuesta automática ante cualquier tipo de circunstancia vital en la vida adulta, perturbando el mundo relacional de la persona, el cual está influenciado por un conjunto de impulsos reprimidos durante la infancia y adolescencia.

Este sistema de represión se hace especialmente evidente en las personas que han crecido dentro de una dinámica familiar narcisista. Desde este panorama, el trauma está servido en la persona adulta. Llega un momento en el que la experiencia vital de la familia narcisista, tiene un impacto psicológico tal sobre la persona adulta que termina, tarde o temprano, sintiéndose sobrepasada, desbordada y pérdida sin entender el porqué, sin saber afrontar a partir de ese momento, cualquier aspecto o situación de su vida.

El daño psicológico que se produce en la persona que ha crecido en el seno de una familia narcisista, determinará el grado de incapacidad para afrontar su vida adulta, generando un alto índice de estrés y emociones negativas como miedos patológicos, TOC, sentimiento de soledad, arranques iracundos que se alternan con sentimientos de profunda soledad y depresión, etc.

Las principales consecuencias que afloran en la vida adulta de una persona perteneciente a una familia narcisista son:

·         Necesidad crónica de gustar y de validación constante.

·         Dificultad para identificar los propios deseos y necesidades.

·         Desarrollo de un bajo autoconcepto y autoestima furto de su aprendizaje infantil de humillación, crítica y castigo.

·         Desarrollo de una dependencia emocional con respecto a otras personas que, normalmente, suelen manifestar rasgos narcisistas también e incluso, son maltratadoras.

·         Falta de habilidades sociales para identificar entornos seguros y de protección por lo que, muchas de estas personas, terminarán viviendo situaciones de alto riesgo para sus vidas tanto emocionales como físicas.

·         Desarrollo de altos índices de estrés y de un carácter neurótico, en la fijación mental de querer controlar todo su entorno y/o paranoico derivado de su sentimiento de desconfianza, ante todo.

·         Inseguridad e insatisfacción vital por no ser “la persona perfecta” que se esperaba de ella.

·         Sentimiento de vacío a pesar de sus logros personales.

·         Falta de motivación en el desempeño de sus tareas cotidianas, tanto personales como profesionales.

La coraza caracterológica de la persona criada en el seno de una dinámica narcisista, está determinada por una incapacidad de sentir estabilidad y seguridad vital, llegando a la edad adulta con un sentimiento de desconfianza hacia sus propios sentimientos y percepciones del mundo. La mayoría de estas personas terminan desarrollando un carácter reactivo que es expresado a través de conductas y emociones tales como:

·         Esquema corporal rígido y en constante estado de alerta.

·         Sentimiento iracundo reprimido que se manifiesta a partir de un enojo constante.

El trabajo terapéutico en dinámicas familiares narcisistas.

El trabajo terapéutico con estas personas pasar por un toma de conciencia de cómo fue realmente el desarrollo de su infancia, cuáles y qué tipo de carencias afectivas presenta y por el análisis de la propia dinámica familiar y de su rol dentro de ésta. Dicho abordaje terapéutico dependerá del tipo de familia narcisista del que proceda la persona que acude a consulta.

El trabajo terapéutico de las personas que proceden de familias abiertamente narcisistas, pasará por hacer un proceso de recuperación de los recuerdos familiares que han borrado casi literalmente de sus memorias a través de un sistema de defensión cognitiva y emocional ante una experiencia traumática. Por el contrario, con aquellas personas que proceden de familias encubiertamente narcisistas, el trabajo terapéutico pasará por reformular los recuerdos de la infancia, recuerdos que han sido transformados estratégicamente por la mente para expresar la visión de pertenencia a una “familia normal”. Esta desvirtualización de los recuerdos en familias encubiertamente narcisistas tiene que ver con la ambivalencia emocional que han vivido en su infancia. Las niñas y niños que vivieron en el seno de una familia narcisista encubierta, recibieron “una cal y otra de arena”, no llegaron a sufrir el abandono, en ocasiones literal, que sufrieron menores pertenecientes a familias abiertamente narcisistas.

Se hace más difícil comenzar el trabajo terapéutico con los casos encubiertos ya que las personas que lo sufrieron no saben identificar si fueron realmente queridas o no, se sienten abandonadas, pero no existió una situación real de abandono, recuerdan sentirse en soledad y desprotegidas a pesar de la presencia de la madre y/o padre, pero al mismo tiempo, también guardan muchos recuerdos en los que se sintieron más o menos acogidas y tenidas en cuenta. En este caso, poco a poco, a partir de la evolución de la terapia, se va revelando que las necesidades de los progenitores constituyeron el elemento principal de la dinámica familiar. De esta manera, las personas que crecieron dentro de este clima familiar, aprendieron a enmascarar sus propios sentimientos o incluso a cuestionarlos, no son capaces de identificar como válidos los sentimientos de desprotección afectivas si su madre y/o padre siempre estuvieron ahí, de manera que los dan por no reales fruto de algún tipo de supuesta patología emocional propia que nada tiene vez con la aparente realidad que vivieron.

Si es cierto que, en ambos casos, se tiene que proceder a facilitar los recursos necesarios para poder afrontar una serie de sintomatología que es compartida en las dos situaciones: sensación de vacío, de sentirse desplazada y deficiente, continuados estados de ansiedad, tristeza y7o depresión, etc.

A posteriori, también en ambos casos se tendrán que facilitar las herramientas necesarias para que la persona pueda aceptar las experiencias vividas y pueda tomar decisiones al respecto sin sentimientos de culpa para luego, poder ser capaz de identificar sus mecanismos automáticos y romper con el sistema relacional aprendido y construir nuevas relaciones afectivas con sus seres queridos, partiendo de una rehabilitación del amor propio.

Es importante también la toma de conciencia de que las experiencias vividas, han marcado de tal manera sus vidas, que también tendrán que aprender a vivir con lo que yo denomino “taras emocionales” que seguirán en la vida de la persona. La sanación no pasa por el hecho de que la persona modifique su personalidad y/o posicionamiento vital, sino que aprenda a reconocer sus mecanismos automáticos marcados por dichas “taras emocionales” y saber salir de ellos lo más rápidamente posible y con las menores consecuencias negativas posibles.

 

María José Morales Gutiérrez

Pedagoga especializada en Psicología Aplicada.

 

Referencias

Estivill, E. (1999). Duérmete niño (Editorial Debolsillo).

Hirigoyen. (1999). El acoso moral: el maltrato psicológico en la vida cotidiana. In Paidós contextos ; 42 (Issue Book, Whole).

Lowen, A. (2000). El narcisismo. La enfermedad de nuestro tiempo (Paidós (ed.)).

Miller, A. (1979). El drama del niño dotado. La búsqueda del verdadero yo. (T. E. S.A.).

Pressman, R., & Pressman, S. (1997). The Narcissistic Family: Diagnosis and Treatment (E. Jossey-Bass (ed.)).

Reich, W. (1949). Análisis del carácter (E. Paidós (ed.)).

Serra Undurraga, J. K. A. (2016). Dinámicas vinculares en el narcisismo:una perspectiva relacional [Bonding dynamics in narcissism: a relational view]. Clínica Contemporánea, 7(1), 3–21. https://doi.org/10.5093/cc2016a1


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